
En experimentos con un centenar de ratones encerrados durante nueve meses en una jaula y expuestos durante dos horas al día a ondas electromagnéticas idénticas a las generadas por una antena de telefonía móvil, Gary Arendash y sus colegas demostraron que estas ondas eliminaban y prevenían la formación de las capas de proteína beta amiloide características de la enfermedad de Alzheimer. Los roedores, pese a haber sido modificados genéticamente para desarrollar la enfermedad, se mantuvieron totalmente saludables. Su memoria no se vio afectada y tampoco mostraron signos de demencia. En los ratones más viejos que tenían problemas de memoria, éstos desaparecieron.
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